Inteligencia emocional (parte I)

INTELIGENCIA EMOCIONAL (parte I)

Todas las emociones tienen su lugar en la vida (alegría, miedo, ira, sorpresa, tristeza…). En nuestra vida cotidiana, tendemos a catalogar las emociones en dos categorías: buenas/malas, útiles/inútiles, … no es una clasificación correcta, ya que todas y cada una de las emociones tienen su utilidad, porque son como una especie de guías ancestrales que nos “marcan” una manera de actuar, de vivir.

Por otra parte, lo que sí que podríamos considerar negativo son algunos efectos de nuestras emociones sobre nosotros mismos o los que nos rodean, debido a los comportamientos que desencadenan.

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¿De dónde proceden las emociones?

Desde el principio de los tiempos las emociones han jugado un papel importante en la evolución y adaptación de la especia humana, han ayudado a nuestros antepasados (cavernícolas) sirviéndolos como señal de alarma para enfrentarse a desafíos de su entorno.

Aunque hemos evolucionado, y no vivimos las mismas situaciones que nuestros antepasados (no tenemos que pelear con ninguna gacela), ante un peligro seguimos actuando igual, el corazón se acelera, se tensan algunos músculos, la cara nos cambia, nos ponemos pálidos, queremos huir o nos quedamos paralizados.

Las emociones influyen en nuestra atención y percepción de las cosas. En una situación peligrosa la atención se concentra en lo que podría amenazarnos. De otra manera, podemos ver la vida de color de rosa, estar como en una nube, cuando estamos enamorados.

¿Qué es una emoción?

La palabra emoción viene del latín, exmovere, que significa “movimiento hacia el exterior”. Se trata de una manifestación psíquica unida con la percepción de un hecho en nuestro entorno o en nuestro interior. Nuestro cerebro recibe millones de datos, a lo largo del día, referidos a la percepción y regulación de las emociones. Este proceso influye en como atendemos, como nos expresamos (lenguaje verbal y no verbal) y otros procesos mentales.

Los estudios realizados hasta el momento distinguen una serie de emociones fundamentales o primarias, de las que derivan todas las demás.

Estas emociones primarias funcionan como programas de encendido automático para ayudarnos a responder a los cambios de nuestro entorno. Las seis emociones definidas por Ekman son: ira, miedo, asco, alegría, tristeza y sorpresa.


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Influencia del piloto automático en nuestras emociones

En un avión, el piloto automático permite que funcionen sin intervención humana ciertos mecanismos indispensables para el buen desarrollo del vuelo, por ejemplo, cuando cocinamos un plato que hemos hecho muchas veces estamos con el “piloto automático” encendido.

Cuando nuestros pensamientos y comportamientos se producen automáticamente, adoptamos un comportamiento (comer, contestar el teléfono, conducir…) sin ser conscientes de lo que hacemos.

El funcionamiento automático tiene muchas ventajas, por ejemplo, la rapidez de ejecución, nos permite realizar varias acciones al mismo tiempo, conservar en la memoria procesos complejos, como ir en bici o conducir un coche.

Pero este modo de funcionar también conlleva algunas desventajas, nos lleva a repetir viejos hábitos que no siempre son útiles.

Hemos heredado de nuestros antepasados un sistema de alarma y de protección muy eficaz. Frente a un peligro, nuestros ancestros reaccionaban con el ataque, la huida o el repliegue. Estas respuestas están presentes todavía en nuestra actitud frente a las emociones. Intentamos evitar al máximo lo que nos resulta desagradable o nos hace sufrir y buscamos lo que nos parece positivo.

Sin embargo, frente a las emociones, intentar evitarlas es una opción poco eficaz. Es posible evitar o controlar, algo externo, pero no es posible evitar sucesos interiores como emociones o pensamientos.






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